“Pero, como ya los gritos imperativos de los jinetes los conminaban a salir, como ya se oía el estruendo de los edificios que se derrumbaban al extremo de la ciudad y la polvareda originada en puntos apartados extendiéndose como una nube lo envolvía todo, precipitadamente tomó cada uno lo que pudo y salieron abandonando el hogar, los penates y el techo bajo el que habían nacido y se habían criado; una hilera ininterrumpida de emigrantes llenaba ya las calles, y la vista de los demás renovaba sus llantos en un sentimiento de compasión mutua…”

Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, 1.29.4-5

(trad. J.A. Villar Vidal, Madrid, Gredos, 2000).

 

“Terrible es que una ciudad como Micenas, rica y muy alabada por el valor de su lanza, guarde rencor contra mi país. Pero cobarde es, oh ciudad, que entreguemos unos extranjeros suplicantes por mandato de Argos. Zeus es mi aliado: no temo. Zeus está agradecido conmigo con razón.”

Eurípides, Los heraclidas, 759-768

(trad. A. Medina González y J.A. López Férez, Madrid, Gredos, 1991).